La comunicación es como el futbol, un sector (llámalo sector, o llámalo materia, ciencia, disciplina…) donde todo el mundo tiene el arrojo de opinar a la hora de reunirse a analizar o planificar a corto o medio plazo. Cualquiera sabe qué es lo que hay que hacer para difundir los mensajes, da igual que no haya visto una nota de prensa o contactado con un periodista en su vida. La cuestión es lanzarse a opinar e, incluso, a exigir.
Llevo trabajando en el desarrollo de la comunicación desde 1996 y lo he hecho para instituciones, pymes, asociaciones, organizaciones sin ánimo de lucro (ONG’s) y multinacionales, y siempre, siempre, siempre me acabo encontrado algún listillo de turno que te dice como hacer tu trabajo. Me ha pasado incluso trabajando gratis como voluntario en temas sociales.
La verdad es que uno se acostumbra a todo y acaba aceptándolo como un factor más de tu trabajo, aunque no deja de sorprenderte cuando el típico iluminado te dice aquello de “ahora lo que tienes que hacer es conseguir que el diario El País entreviste a fulano”, como si conseguir tal hito mediático fuese cuestión de llamar a la redacción y pedirlo como quien encarga una pizza.
Tiene gracia porque a mi en la vida se me ocurriría enmendarle la plana a un director financiero, o al máximo responsable de recursos humanos, seguridad, informática… Sin embargo la comunicación y la publicidad son áreas abiertas a todos, especialmente aquellos que no tienen ni puñetera idea de su funcionamiento porque curiosamente, quien conoce a fondo su complejidad siempre es respetuoso y coherente respecto a nuestro trabajo. Afortunadamente este el caso de mi jefe actual que es buen conocedor de lo complejo que es esto de difundir tus ideas y mensajes a los públicos elegidos como objetivo.